Actualmente se habla de la alergia como la epidemia del siglo XXI, tanto es así que en el 2025 se prevee que casi el 50% de la población tenga algún tipo de alergia. Usted o algún familiar cercano seguro que entrarán en esa estadística futura. Mi pasión por mi trabajo me ha llevado a crear este blog, con el que me lanzo a la autopista de las redes sociales con el fin de aportar mi experiencia y conocimientos para que la persona alérgica sea capaz de asumir su enfermedad, comprenderla y convivir con ella de la forma más natural y equilibrada posible. El reto es grande pero la ilusión es mayor.

25 de mayo de 2014

LA ALERGIA A LA LACTOSA NO EXISTE

 

 
Este artículo se podría empezar con una pregunta tipo test, como la de los exámenes de toda la vida. Sería algo así como:
 
Señale con una x la respuesta que considere verdadera (puede existir más de una):
 
1. Soy alérgico a la lactosa
2. Soy alérgico a las proteínas de la  leche
3. Soy intolerante a la lactosa
4. Soy intolerante a las proteínas de la leche
 
 
 
 
 ¿REALMENTE QUÉ ES LO QUE SOY?
 
Puede ser que usted no tenga ninguna de estas alteraciones y que pueda tomar productos lácteos sin problemas para su salud, estupendo; pero aún así, este artículo también puede serle de utilidad ya que le puede ayudar a conocer las diferencias entre una intolerancia y una alergia. Aunque sea simplemente para poder hablar con propiedad.
 
La leche nos puede producir dos tipos diferentes de problemas a nivel de la salud y hay que saber diferenciarlos bien ya que sus síntomas, consecuencias y modos de actuación van a ser muy diferentes.
 

1. ALERGIA A LA PROTEÍNA DE LA LECHE:

Siempre que decimos que una persona es alérgica a la leche, significa que existe una alteración de su sistema inmunológico, de manera que este reacciona de forma equivocada frente a las proteínas que componen este alimento. Suele afectar sobre todo a niños muy pequeños y sus síntomas pueden ser muy variados, llegando a implicar a diferentes órganos y pudiendo producir reacciones muy graves e incluso la muerte por anafilaxia.

Los síntomas que podemos observar son:
Cutáneos: urticaria, rash, eritema y edema.
Digestivos: picor en lengua, paladar y garganta, diarrea, sangrado en las heces, dolor abdominal, reflujo, rechazo de las tomas en los niños pequeños.
Respiratorios: rinoconjuntivitis (picor de nariz y ojos, estornudos, lagrimeo, mucosidad), asma, sibilancias, tos.
Anafilaxia/shock anafiláctico que puede desencadenar la muerte de la persona afectada.  

El diagnóstico lo realiza el médico alergólogo mediante pruebas específicas en piel, en sangre y la provocación oral. En ocasiones también es necesario la realización de endoscopia con biopsia.

En este tipo de reacción no va a influir la cantidad de proteína láctea ingerida; es decir, con una mínima ingesta (incluso de trazas) ya se puede originar una reacción muy grave. De ahí la importancia de una dieta estricta exenta de cualquier tipo de producto lácteo.

El mejor tratamiento es la prevención, pero si por error se ingiere algún tipo de derivado lácteo, la persona siempre tiene que llevar consigo la medicación necesaria para revertir una reacción grave; esta medicación es la adrenalina autoinyectable.


 
 
 2. INTOLERANCIA A LA LACTOSA:
 
En esta intolerancia se produce una alteración en la digestión del azúcar de la leche, la lactosa, a nivel intestinal. Existe un déficit en la enzima que tiene que digerirla (la lactasa) y la lactosa pasa al resto del intestino produciendo los síntomas característicos de la enfermedad.

Estos síntomas ocurren exclusivamente a nivel intestinal y son: dolor abdominal, gases, acidez, diarrea, defecación explosiva, naúseas.
Nunca van a originar síntomas en otros órganos o sistemas del cuerpo y, jamás van a desencadenar una reacción grave como la anafilaxia, por lo que el riesgo de muerte con la ingesta de lácteos en los intolerantes a la lactosa es imposible.

Su diagnóstico se realiza mediante tests específicos en sangre, estudios genéticos, biopsia intestinal o test de hidrógeno espirado.
Es más frecuente en adultos y representa aproximadamente entre el 10-15% de la población.
Cuando el origen es genético (muy infrecuente) suele ser irreversible; pero si aparece como consecuencia de una enfermedad (infecciones, celiaquía, colitis ulcerosa, etc) o de un fármaco (quimioterapia), suele ser reversible y solucionarse al tratar la causa inicial.

El tratamiento consiste en suprimir la lactosa de la dieta. Pero a diferencia de los alérgicos a la leche, los intolerantes pueden consumir pequeñas cantidades de lactosa de forma habitual sin llegar a notar síntomas. Generalmente toleran bien algunos derivados lácteos como yogures y quesos porque al fementar la leche la lactosa suele transformarse en ácido láctico.  
Actualmente existen numerosos productos lácteos sin lactosa en el mercado.

No hace falta que lleven adrenalina ya que la ingesta de lactosa por error no les va a desencadenar nunca una reacción grave, lo máximo que pueden notar es un cuadro digestivo con dolor abdominal y diarrea transitoria.




CONCLUSIÓN:

La alergia a la lactosa no existe.
Existe la alergia a las proteínas de la leche de vaca y la intolerancia a la lactosa.


Ahora ya podéis responder a la pregunta con la que empezaba el artículo. Pongo nota!
 

Señale con una x la respuesta que considere verdadera (puede existir más de una):
 
1. Soy alérgico a la lactosa
2. Soy alérgico a las proteínas de la leche
3. Soy intolerante a la lactosa
4. Soy intolerante a las proteínas de la leche


 
 
Os dejo este vídeo donde podéis escucharme hablar sobre este problema. Un resumen de dos minutos muy didáctico.